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Ya hace una semana que no estás y la vida sigue para todos nosotros, pero tu ausencia es casi palpable en nuestro día a día. Y aunque a veces no digamos las cosas, es evidente que te extrañamos. Después de 23 años se me hace raro estar sin ti y más ahora que te veía cada día y hasta en ocasiones te escuchaba por las noches. Es extraño sentir como un pedazo de mi vida se ha esfumado para no volver y todavía no he terminado de asimilarlo. A veces incluso me parece que llegaré a casa y te veré sentado en la terraza como muchos otros días, pero luego me doy cuenta de que nunca volverá a suceder y es ese nunca lo que más me duele de todo. Lo más doloroso de estas situaciones es sin duda el pensar que lo que era ya no volverá a ser jamás, que solo podrás recordar esos momentos o como mucho verlos en fotos. Me gustaría poder dar marcha atrás unos años para poder gritarle al mundo que necesitabas ayuda, que se diesen prisa y no dejasen que todo esto llegase a este punto sin retorno. Tal vez si nos hubiésemos dado cuenta antes no estaría aquí escribiendo estas palabras con estas tremendas ganas de llorar. Sé o al menos quiero saber que esto era lo mejor para ti, que evitó que siguieras sufriendo y en parte seguir nosotros mal por ti, pero por otra parte no puedo evitar ser egoísta y desear verte cada mañana como lo hacía últimamente y cuidarte cuando necesitabas de mi ayuda. Ya sé que no es justo, pero perderte tampoco lo es. Ni lo fue que tuvieses que pasar por todo aquello ni que nosotros lo tuviésemos que padecer contigo. Supongo que la vida es muy puta cuando se lo propone y es capaz de jodernos a todos. Y a mí me ha dejado bastante jodida, pero sé que tú no querrías que estuviésemos mal y es por eso por lo que nos forzamos a seguir adelante y a recordarte tal y como eras, dejando de lado todo lo malo que pasamos, pues solo lo bueno deja huella de verdad. 

Te quiero, te extraño y te recuerdo.