Amistades con fecha de caducidad.

Desde que tengo uso de razón he tenido un montón de amigos y amigas de todas clases y tipos. Siempre me he movido en grupos, a veces, incluso en varios grupos a la vez, pero nunca atándome a uno en concreto. Nunca he tenido una mejor amiga, siempre me he llevado con varias a la vez y me he encariñado mil y una veces con personas diferentes. He querido a muchas a rabiar, pero tarde o temprano las relaciones han ido caducando y pasando a mejor vida. 

Llega un punto en la vida en el que asumes que todas las relaciones tienen fecha de caducidad y desde que lo tengo claro estoy más feliz. Si bien nunca he tenido problemas en cambiar de amigos, a día de hoy incluso creo que de vez en cuando es necesario. Tal vez no borrarlos de tu vida para siempre, pero sí cambiar de aires y de gente para evitar agobios innecesarios. Puede que sea porque yo soy una persona a la que a veces le gusta desconectar de todos o porque ciertas actitudes me terminan agobiando, pero cada cierto tiempo cambio inconscientemente de ambiente.

Pasado un tiempo incluso llego a echar de menos amistades pasadas, pero la vida me ha demostrado que esas personas ya no encajan en mi vida, al menos no del mismo modo que en el pasado. Nunca he guardado rencor a nadie y por eso a veces me aborda la nostalgia; sin embargo, cuando un amigo del pasado decide hacer reaparición siempre es de una forma totalmente distinta a lo que en su día fue nuestra relación. 

En días melancólicos y reflexivos como este me doy cuenta de que nuestra vida está llena de instantes, lugares y fechas determinados en los que las personas que habitan en ellos vienen dadas por las circunstancias de cada momento. Yo me considero afortunada por las personas que me rodean ahora, pero también por todas aquellas que en su momento me rodearon y me hicieron un poquito más feliz. 

El tiempo pasa, las cosas cambian y la vida sigue.